martes, 30 de junio de 2020

El optimismo y la perseverancia: importante valores que desarrollar para superar las dificultades

Forjar un modo de ser entusiasta, dinámico, emprendedor y con los pies sobre la tierra, son algunas de las cualidades que distinguen a la persona optimista.
El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia , descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir.
La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo- radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo. El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades; la diferencia es mínima, pero tan significativa que nos invita a cambiar de una vez por todas nuestra actitud.
Alcanzar el éxito no siempre es la consecuencia lógica del optimismo, por mucho esfuerzo, empeño y sacrificio que pongamos, algunas veces las cosas no resultan como deseábamos. El optimismo es una actitud permanente de “recomenzar”, de volver al análisis y al estudio de las situaciones para comprender mejor la naturaleza de las fallas, errores y contratiempos, sólo así estaremos en condiciones de superarnos y de lograr nuestras metas. Si las cosas no fallaran o nunca nos equivocáramos, no haría falta ser optimistas.
Normalmente la frustración se produce por un fracaso, lo cual supone un pesimismo posterior para actuar en situaciones similares. La realidad es que la mayoría de nuestro tropiezos se dan por falta de cuidado y reflexión. ¿Para qué sirve entonces la experiencia? Para aprender, rectificar y ser más previsores en lo futuro.
El optimista sabe buscar ayuda como una alternativa para mejorar o alcanzar los objetivos que se ha propuesto, es una actitud sencilla y sensata que en nada demerita el esfuerzo personal o la iniciativa. Sería muy soberbio de nuestra parte, pensar que poseemos el conocimiento y los recursos necesarios para salir triunfantes en toda circunstancia.
Cualquiera que ha sido campeón en alguna disciplina, llegó a colocarse en la cima por su esfuerzo, perseverancia y sacrificio, pero pocas veces, o mejor dicho nunca, se hace alusión a su optimismo, a esa entrega apasionada por alcanzar su fin, conservando la confianza en sí mismo y en las personas que colaboraron para su realización. El optimismo refuerza y alienta a la perseverancia.
El optimista no es ingenuo ni se deja llevar por ideas prometedoras, procura pensar y considerar detenidamente todas las posibilidades antes de tomar decisiones. Si una persona desea iniciar un negocio propio sin el capital suficiente, sin conocer a fondo el ramo o con una vaga idea de la administración requerida, por muy optimista que sea seguramente fracasará en su empeño, ya que carece de las herramientas y fundamentos esenciales para lograrlo.
En otras circunstancias nos engañamos e inventamos una falsa realidad para hacernos la vida más fácil y cómoda. Basta mencionar al estudiante que se prepara poco y mal antes de sus evaluaciones, esperando obtener la calificación mínima y necesaria para “salir del paso”, sin darse cuenta que su falso optimismo lo llevará –tarde o temprano- al fracaso.
Se podría pensar que el optimismo nada tiene que ver con el resto de las personas, sin embargo, este valor nos hace tener una mejor disposición hacia los demás: cuando conocemos a alguien esperamos una actitud positiva y abierta; en el trabajo, una personalidad emprendedora; en la escuela, profesores y alumnos dedicados. Si nuestras expectativas no se cumplen, lo mejor es pensar que las personas pueden cambiar, aprender y adaptarse con nuestra ayuda. El optimista reconoce el momento adecuado para dar aliento, para motivar, para servir.
En la amistad y en la búsqueda de pareja también es necesario ser optimista. Algunas personas se encierran en sí mismos después de los fracasos y las desilusiones, como si ya no existiera alguien más en quien confiar. El optimismo supone reconocer que cada persona tiene algo bueno, con sus cualidades y aptitudes, pero también sus defectos, los cuales debemos aceptar y buscar la manera de ayudarles a superarlos.
El paso hacia una actitud optimista requiere de una disposición más entusiasta y positiva, es tanto como darle la vuelta a una moneda y ver todo con una apariencia distinta:
– Analiza las cosas a partir de los puntos buenos y positivos, seguramente con esto se solucionarán muchos de los inconvenientes. Curiosamente, no siempre funciona igual a la inversa.
– Haz el esfuerzo por dar sugerencias y soluciones, en vez de hacer críticas o pronunciar quejas.
– Procura descubrir las cualidades y capacidades de los demás, reconociendo el esfuerzo, el interés y la dedicación. Esto es lo más justo y honesto.
– Aprende a ser sencillo y pide ayuda, generalmente otras personas encuentran la solución más rápido.
– No hagas alarde de seguridad en ti mismo tomando decisiones a la ligera, considera todo antes de actuar pues las cosas no se solucionan por sí mismas. De lo contrario es imprudencia, no optimismo.
No es más optimista el que menos ha fracasado, sino quien ha sabido encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo su voluntad y empeño; en los errores y equivocaciones una experiencia positiva de aprendizaje. Todo requiere esfuerzo y el optimismo es la alegre manifestación del mismo, de esta forma, las dificultades y contrariedades dejan de ser una carga, convirtiéndonos en personas productivas y emprendedoras.

martes, 16 de junio de 2020

Aprendiendo a manejar la Frustración

Generalmente, la mayoría de personas son conscientes de que la adolescencia es una etapa de transición en la que se dan numerosos cambios en la persona. Así, los jóvenes van descubriendo poco a poco su identidad, sus gustos, sus intereses y su auto concepto. Para poder hacerlo, es necesario que se rodeen de iguales y que experimenten diferentes situaciones, por ello se da un aumento de las conductas de riesgo y de búsqueda de nuevas sensaciones.
Durante esta etapa de la vida, que aproximadamente comienza a los 12 años de edad y puede prolongarse hasta los 21, los adolescentes han de adquirir nuevas responsabilidades y deben aprender y desarrollar nuevos recursos con el objetivo de hacer frente a nuevas situaciones.
El autocontrol es la capacidad de las personas de frenar sus impulsos, pensar acerca de las consecuencias y actuar del mejor modo según se haya razonado. Por ese motivo, para tener una alta capacidad de autocontrol también se debe disponer de:
  • Paciencia
  • Capacidad de reflexión
  • Noción de las consecuencias
  • Capacidad para reducir el estrés o la ansiedad
  • Capacidad para frenar los impulsos reflejos
La frustración se ha definido como la imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo. Esa imposibilidad a menudo genera un sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que en determinadas personas puede derivar en ira, rabia y agresividad. De este modo, la frustración se encuentra directamente relacionada con las expectativas de cada persona. Si yo esperaba o deseaba, por ejemplo, ganar una partida de parchís y resulta que acabo perdiendo, en ese momento mis expectativas/deseos no encajan con la realidad. Ante esta situación yo podré hacer dos cosas, la primera es adaptarme a esta nueva situación y, la segunda, frustrarme. Además, la baja tolerancia a la frustración habitualmente va acompañada de ira y violencia. Si no puedo tolerar haber perdido en el juego lo que puedo hacer es enfadarme con los demás, romper el tablero o tirar al suelo las fichas.
Tanto el autocontrol como la tolerancia a la frustración son dos habilidades que se han de practicar y adquirir. Uno no nace enseñado, ni se aprenden las cosas de la noche a la mañana. Por ese motivo, lo más recomendable es que ya desde que los niños son pequeños se les vaya enfrentando a situaciones inesperadas  o que están por debajo de sus expectativas y, enseñarles también a como resolver ese conflicto.
Otro aspecto imprescindible para adquirir autocontrol y tolerar la frustración es ser consciente de ello. Los jóvenes que por lo que sea no han adquirido ninguna de estas dos habilidades y que se encuentran en la adolescencia, a menudo suelen tener problemas de conducta y de agresividad. El primer paso que se requiere para mejorar es que estos adolescentes sean conscientes de sus dificultades. Es decir, deben ser conscientes de que las situaciones se les van de las manos y que no son capaces de adaptarse a lo que se encuentra fuera de sus expectativas.Cuando un adolescente presenta las dificultades anteriormente mencionadas y ello le dificulta el correcto funcionamiento en su vida diaria (escuela, casa, amigos, etc.) se recomienda que acuda a un especialista. Existen varios aspectos relevantes que hay que tener en cuenta:
  • Los cambios no son instantáneos. Es decir, si llevas a tu hijo/a a un psicólogo eso no significa que en una semana su comportamiento cambiará. Los cambios requieren tiempo.
  • El adolescente debe desear un cambio. Si llevas a tu hijo/a a un psicólogo pero él o ella se niega a cambiar de comportamiento, está en contra de ir al especialista y no quiere hacer nada porque está satisfecho/a con su situación actual difícilmente se producirá un cambio. No obstante, a lo largo de la sesiones el psicólogo puede hacerle reflexionar acerca de su situación actual, que ventajas e inconvenientes tiene, en que aspectos saldría beneficiado y cambiara su comportamiento, etc.
  • Para adquirir cualquier habilidad se requiere práctica. El adolescente deberá practicar tanto en sesión como entre sesiones con el fin de automatizar y generalizar la habilidad aprendida.
En el caso de que se de esta situación, el terapeuta podrá guiar y enseñar la capacidad de autocontrol y de tolerancia a la frustración al adolescente con técnicas de resolución de problemas de forma positiva, entrenamiento en autoinstrucciones, técnicas de relajación, entre otras.

miércoles, 10 de junio de 2020

Adolescentes en cuarentena y cómo les afecta perder su vida social


Mucho se ha hablado -y con justa razón- sobre cómo los niños y las niñas se están viendo afectados por el aislamiento y el contexto especial que implica estar viviendo una pandemia, pero poco se ha dicho sobre los adolescentes. Entre los 13 y 17 años, este grupo de menores de edad que en condiciones normales atraviesan situaciones complejas, están aprendiendo a relacionarse afectiva y sexualmente, a entender sus emociones y a transitar hacia la adultez. En el contexto actual su situación se hace compleja, así como la de los adultos a cargo de su cuidado.
Teresita Vicuña es psicóloga de la Universidad Católica y terapeuta familiar del Instituto de Terapia Familia. Al ser consultada sobre cómo la sensación de encierro y el aislamiento pueden afectar a adolescentes, quienes por naturaleza buscan libertad y se mueven entre la infancia y la adultez, responde: “La sensación de encierro y poca libertad es común para todos quienes estamos en aislamiento social, pero para los adolescentes es aún mayor en cuanto muchos lo sienten como algo impuesto, exagerado y hasta sinsentido”. La especialista profundiza que en la adolescencia es frecuente la sensación de omnipotencia, por lo que varias familias han reportado problemas motivos por rebeldía antes lo que esto jóvenes ven como represión.
Por su parte, la psicóloga especialista en adolescentes Carolina Sances Silva, añade: “Para ellos este escenario implica encierro, amenaza a la salud y a la vida de personas queridas. Alejarse de amigos, novios, dejar de hacer cosas que disfrutan y adaptarse a clases a distancia”. Según cuenta, la situación actual implica un cambio importante en sus rutinas, lo que resulta muy exigente a nivel emocional y psicológico. “Por tanto, es un escenario que puede generar mucho estrés, angustia y ansiedad en ellos”, recalca.
El cerebro teen
“Una de las motivaciones más importantes de la adolescencia es pertenecer a un grupo de pares”, explica Teresita Vicuña. Y agrega que en esta etapa la familia puede pasar a un segundo plano, pues su verdadero interés está en ser incluidos y considerados por sus pares. “Al estar obligados al confinamiento sufren una pérdida mayor que la de los adultos o niños, que es su vida social y el contacto permanente con sus pares”, agrega la especialista en relaciones familiares.
Todos quienes hemos sido adolescentes lo sabemos, y quienes han criado jóvenes lo han tenido que recordar: a esta edad lo que más quieren es tener algún tipo de distancia respecto a sus padres o a quienes ven como una autoridad, por lo que el confinamiento obligatorio que implica una cuarentena presenta un verdadero desafío para ambas partes. “No hay que generalizar, pues de igual forma hay adolescentes que viven este aislamiento como una pausa a las exigencias propias de su edad en relación a cómo vestirse, dónde y cómo carretear y cómo comportarse, entre otras cosas que suelen provocar bastante ansiedad”, comenta Vicuña.
La psicóloga Carolina Sances, en tanto, invita a mirar el cerebro adolescente para entender cómo están pasando estos días: “Al estar expuestos a situaciones de estrés de manera sostenida, como en el escenario de pandemia, aumenta en ellos la probabilidad de gatillar un problema de salud mental, como un cuadro depresivo, un cuadro ansioso, o incluso un trastorno de la conducta alimentaria si hay predisposición”.
No es un cerebro adulto, por lo que hay funciones que no están completamente desarrolladas en esta etapa”, agrega Sances y explica que se refiere, por ejemplo, a la autorregulación emocional, especialmente en contextos estresantes. “De un día para otro se vieron exigidos a organizar autónomamente sus horarios, sus estudios a distancia y sus actividades desde la casa”, explica y añade: “No es de extrañar, entonces, que veamos a adolescentes más irritables, menos tolerantes, más explosivos, más peleadores y más rabiosos, y a otros más silenciosos, más replegados, menos comunicativos y más aislados”.
Padres siempre atentos
La independencia que promueven los adolescentes puede ser bien recibida por padres y madres colapsados por el teletrabajo y por los efectos que el aislamiento tenga en ellos. Aún así, es importante que no descuidarlos y poner atención a sus comportamientos, especialmente cuando se notan fuera de norma.
“Lo que puede transformar este estado emocional en algo negativo o difícil de manejar son las dificultades en la adaptación a las exigencias de este nuevo escenario”, explica Sances y agrega: “No hay que patologizar las emociones, pero sí observar cómo van evolucionando y recordar que son adolescentes y no adultos, por lo que necesitan de nuestro apoyo para adaptarse mejor”.
La especialista recomienda que no esperemos que se acerquen a pedir ayuda o a contarnos sobre sus sentimientos, y en cambio observarlos con atención, siempre respetando su privacidad. “Señales de alarma pueden ser una preocupación excesiva por la salud, alteraciones en los ciclos de sueño, insomnio, dormir mal, cambios en los patrones de alimentación, dificultades en la concentración, conductas violentas y adicciones”, pone por ejemplo Sances, y agrega que una alarma que requiere apoyo profesional inmediato es si vemos que el adolescente está con ideas de muerte, suicidio y autoagresiones.
Por su parte Vicuña recomienda estar atentos a bajones o subidas muy pronunciadas en el estado de ánimo de estos jóvenes. “Es clave empatizar con ellos, mostrarles que es normal que tengan rabia, pena, agobio o desesperación “, explica, y agrega: “Hay que ponerse en sus zapatos en relación a lo que están viviendo, porque de un día para otro tuvieron que dejar sus vidas, sus actividades, deportes, vida social y estudios para estar todo el día en la casa”.